Cogió un lápiz y dibujó una casa con su cocina, su salón, sus habitaciones, su baño. No se olvidó de sus habitantes, allí, en el salón, estaban un papá, una mamá y un niño que parecía que estaban jugando. A la casa no le faltó tampoco una puerta y sus ventanas. Mientras dibujaba, debajo de aquel puente, una lágrima le recorrió la mejilla y cayó en la ventana. Afuera de la casa llovía.
Ufff, se parece al cuento de la vendedora de fósforos... el dibujo es precioso!!!
ResponderEliminarUna lágrima... Nostalgia de un hogar verdadero. Todos necesitamos una casa en la que alguien nos de espacio y cariño.
ResponderEliminarQué bonito, cuanto dice esa lágrima
ResponderEliminarAlucinante, Su. ¡Cuántas cosas metidas en tan poco espacio! Es como abrir un reloj y verlo lleno de ruedecitas. Dolor, ternura, fantasía, esperanza, nostalgia... Todas estas palabras rebotan en mi corazón al leer tu micro. Gracias por escribirlo y por darlo a conocer.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo,
PABLO GONZ
Gracias a todos-as, sí, muchas emociones que se transmiten sin palabras.
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