Cada vez que veía el simbolito verde al lado de su nombre le daba un vuelco el corazón, llegaba el momento de vaciarlo y si era posible, llenarlo con nuevas emociones, pero eso ya dependía de como hubieran tenido el día.
Ahí estaban, ella en la habitación del final del pasillo y él en el salón, más cerca que cuando se sentaban en la mesa para comer.
En la mesa del pasillo y el salón no me ha pasado, pero si he entiendo perfectamente esa emoción de la luz verde, ya complicidad que avces luego cara a cara no se tiene (sea con amor o con amistad)
ResponderEliminarA veces mas fácil entenderse con escritos cibernéticos que mirarse a los ojos.
ResponderEliminarMuchas veces me he preguntado por qué no somos capaces de entablar una conversación con alguien que se sienta a nuestro lado en un avión y sí con alguien que se esconde tras la pantalla de un ordenador. Más cuestionable es no ser capaces de expresar nuestros sentimientos a alguien que vive bajo nuestro mismo techo y sí cuando no nos miramos a los ojos.
ResponderEliminarGracias a los dos