lunes, 22 de octubre de 2012

Mi vida contigo y los demás



Tú no sabes cuando sucedió, pero fue el otro día. Cuando la chica que se sentó a tu lado en el cine te susurró al oído aquel comentario ridículo sobre el beso de los protagonistas, fue cuando me decidí a permanecer contigo, sólo por unos días.
Hice bien: A mí, ella sólo me estaba utilizando, a su antojo, y me pareció que a ti también te podría hacer falta. Además, tenías cara de cansado, y pasar unos días en casa, tirado en el sofá al calor de tu manta preferida, podía venirte bien en ese momento. Pero no contaba con tu tozudez. Tras un día con el cuerpo apaleado, tos de caballo y temperatura que, desde luego, no era la tuya, no soportaste más estar encerrado entre cuatro paredes. Ir al trabajo, al día siguiente, bajo el rocío de la mañana, fue otra más de tus ocurrentes escapatorias.
Recuerdo perfectamente el momento en que me expulsaste. Estabas en el despacho de tu jefe intentando justificar como podías el motivo del descenso de las ventas del último mes. No tuviste forma de evitarlo. Un estornudo incontrolado me lanzó hacia él.
Parecía un tipo tolerante, de los que, pasara lo que pasara, aceptaban todo lo que les llegaba con naturalidad. Pero no fue así. Tras unos días juntos, y en cuanto el cansancio, el dolor de cabeza y el moqueo hicieron su aparición, echó mano del botiquín. No quedó analgésico, antigripal, mucolítico, etc. que no probara para intentar acabar conmigo. Me sorprendió: hacía tiempo que no era atacado  con tanta saña, por la química.
Cuando su nieta le fue a visitar y, tan contenta, se abalanzó sobre él, llegó el momento de intentar salvar mi vida. Era una cría muy mona y cariñosa. Seguro que con ella lograría recuperarme. Tuve  suerte de que su madre tuviera dos dedos más de frente que los anteriores. Conocía perfectamente cual era mi proceso habitual y, aunque la niña lo pasó un poco mal varios días, me dejó campar a mis anchas.
La niña, en cuanto se sintió un poco mejor, no quiso perder más tiempo, y pese a que su madre se opuso bastante, recuperó las visitas de cada tarde a aquella viejita que tenía como vecina. A su abuela no la había conocido, y la señora había asumido el papel con toda naturalidad.
Hacía tiempo que no se veían. Un beso lleno de afecto me sirvió de vía de escape. En aquel cuerpito ya no tenía nada que hacer y no quedaba más remedio que seguir mi camino. Un camino incierto, pues como en todas las paradas anteriores, no sabía lo que me depararía el destino. Yo llegaba con toda mi energía renovada, pero aquella anciana resulto tenerla bastante agotada. No me resistió. Para cuando intenté escapar, y que no quedara ni rastro de mí… ya era demasiado tarde.                 

miércoles, 17 de octubre de 2012

El pájaro verde que se asoma cada día a mi ventana



Me invita a volar mas no encuentro mis alas. Todas las mañanas las busco. He mirado bajo la cama, en el armario y tras los libros de la estantería. Siempre vuelve. Puede que las alas las tenga él.  

lunes, 1 de octubre de 2012

Pre


Una llamada de atención. Coincidencias esporádicas. Cruce de palabras. Risas. Encuentros buscados. Visiones comunes. Miradas encontradas. Mariposas en el estómago.