jueves, 29 de diciembre de 2011

No mires a los ojos de la gente

Investigaciones recientes ponen de manifiesto que hay que tener mucho cuidado con mirar a los ojos de las personas. Según los datos obtenidos en un pueblo del sur de Finlandia, una pareja de desconocidos que se encontraban tomando unas copas con sus respectivos grupos de amigos comenzaron a coquetear. La gente que se encontraba presente informó de que no hubo mayor contacto físico entre ellos, dándose únicamente un juego intenso de miradas que llegó a elevar notablemente la temperatura del ambiente. Como consecuencia de este hecho, aparentemente sin importancia, la mujer salió del local directamente al hospital, pues se había quedado embarazada y ya estaba de parto.

Pequeño homenaje, junto a Nicolás Jarque, al día de los inocentes en El Microrrelatista

jueves, 22 de diciembre de 2011

Por siempre


Llueven miles de deseos.
Abre los brazos. Empápate.
Deja que calen bien en el corazón. Se harán realidad.

Mis mejores deseos ahora y siempre

martes, 20 de diciembre de 2011

La mirada

Hasta que decidimos volver a colgarla en la pared no nos dimos cuenta de lo que supondría para nuestras vidas. La habíamos vuelto a desenterrar, a traer a nuestro presente, y realmente, no sabíamos el por qué. Supongo que en el fondo añorábamos su presencia, echábamos de menos aquello que en su momento odiábamos, pero que desde luego, llenaba de sentido nuestras vidas. Ahora nos dábamos cuenta de que la necesitábamos; necesitábamos sentir que estaba ahí, en esa pared, en nuestras vidas, para sentirnos vivos, para sentir que ya no con sus golpes sino con su mirada, importábamos a alguien.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Sintención






La sinceridad saltó de mí con la intención de que la recogieras. Levantaste los brazos asustado y saliste corriendo. Se ha hecho añicos contra el suelo. Ahora no tiene intención, simplemente salta.   

martes, 13 de diciembre de 2011

Oferta


Se busca personal para encontrar a las musas. Se recompensará con otras mil y una historias para soñar o hacer realidad.



viernes, 9 de diciembre de 2011

¿Próxima parada?

El sonido estridente del despertador hizo añicos la pesadilla que me estaba haciendo sudar. Era la primera vez, después de muchos años, en que me alegraba de volver a la realidad. El frío en las plantas de los pies al tocar el suelo mató esa alegría de un golpe. Hoy Pedro no estaba, y antes de llegar al trabajo tocaba despertar de sus dulces sueños a Lucía, vestirla, desayunar, llevarla hasta el cole, aguantar horas de atasco y conductores malhumorados,… Ya en el trabajo mejor ni pensar lo que me esperaba.

Bajo el agua de la ducha pienso en lo que le echo de menos. Hace sólo un día que no está, pero es el tiempo suficiente para desear que llegue. Y con él, la noche. Y con ella, la tranquilidad.

Me visto a toda prisa, toca levantar a Lucía, devolverla al planeta de la imaginación después de revoletear por el mundo de los sueños, convencerla de que con el uniforme se transformará en una princesa que conseguirá que papá regrese pronto, desayunar contando una y mil historias para evitar oír que prefiere los desayunos que le hace Pedro.

Ya listas, ella con su mochila, yo con mi bolso, el ordenador, la agenda, la nota de las cosas que hay que comprar en el supermercado para una cena de bienvenida esta noche, ponemos rumbo hacia la primera parada. Una fina lluvia nos recuerda que llegó el otoño y que no debemos perder mucho el tiempo, seguro que hoy las colas y atascos son aun más interminables. En el trayecto hasta al colegio, Lucía me cuenta sus aventuras y desventuras con su nueva compañera de mesa. Entre una y otra intento planificar la agenda del día. Pero es cuando me dice que aunque papá lo hace muy bien, esta mañana está muy contenta porque podrá presumir de mami con sus amiguitas, que mi planificación se esfuma de mi mente. Hoy, que lo echo de menos a él, me doy cuenta que también necesito más de ella, que me estoy perdiendo lo mejor de la vida.

Con un te quiero, mami, sale corriendo hasta donde están sus amigas, con los ojos aguados, continúo mi camino.

Hay que seguir, el jefe no entiende de estos sentimentalismos. Intento retomar la organización del día. Nada más llegar, reunión con los superiores, es probable que lo que lleve planeado no sirva de nada. Después, con el equipo, habrá que ver cómo hacer para conseguir los objetivos que se plantean desde arriba. No me puedo olvidar de Manuela, le debería pedir disculpas por la mala contestación que le di ayer, no se lo merecía.

La lluvia se hace más intensa, los atascos más prolongados, las pitas de los coches más ensordecedoras, las caras de mis vecinos conductores, y la mía supongo que también, más crispadas.

Mientras el del coche de al lado, en un tiempo que parece detenido, mata la ansiedad insultando a diestro y siniestro a los que estamos en su misma situación, yo me propongo salir hoy un poco más temprano de trabajar, Lucía se merece disfrutar un poco más de su madre. Y yo de ella. Y de Pedro, que a este ritmo no sé cuánto aguantaremos.

El atasco parece que comienza a deshacerse, pongo el parabrisas a tope, la lluvia es cada vez más fuerte. Acelero, con suerte paso el semáforo antes que se vuelva a poner rojo.

Un golpe seco, brutal. El sonido estridente de un coche contra el mío hace añicos la vida que me prometía transformar.