jueves, 24 de enero de 2013

Aspiración















Aunque casi nadie lo perciba, cuando se abre un agujero en el cielo anuncia que se han abierto las puertas del más allá. Yo sí lo veo. Desde que sentí la mano fría del abuelo entre las mías al morir, cada cierto tiempo la historia se repite. Cuando las puertas del cielo se abren, veo las almas subir, tan lentamente que antes de llegar al cielo los cuerpos que han abandonado han tenido tiempo de descomponerse. 
La última vez le tocó al hijo de Juan. Nunca se perdonó no haberle dicho que, a pesar de siempre estar discutiendo por ser un vago, era lo que más quería en este mundo. O a la hermana de Dolores, que dejó escrito ante notario que para evitar más sufrimiento la enterraran sin hacer funeral. También le sucedió a Paquito, conocido en toda la ciudad por las serenatas que cantaba sin previo aviso bajo la ventana de la vecina que le enamorara ese día. 
Comentan que el estado de ánimo influye en la fuerza de adhesión a la vida. En aquella ocasión, el agujero se cerró tras absorber el alma de Juan. No soportó despedirse de su hijo y, tras unos días, estaba junto a él.
Esta mañana lo he vuelto a ver.  No sé si llegaré a tiempo de decirte lo que siento, por eso te escribo estas líneas…  

domingo, 20 de enero de 2013

Entre el placer y la necesidad



Sus encuentros alternaban entre la necesidad y el placer. Eran dos almas solitarias que se ocultaban tras unos cuerpos que buscaban el contacto. Cuando la unión era provocada por el placer, el tiempo dejaba de existir, se fundían en un mismo ser y creían estar hechos el uno para el otro. Si la necesidad les reunía, aunque sus cuerpos se abrazaran, un gran vacío separaba sus almas. Jamás supieron decirse lo que anhelaban, mas nunca dejaron de disfrutar de los encuentros fortuitos en los que cuerpo y alma se convertían en uno.   

martes, 15 de enero de 2013

Feliz año nuevo



Se prepara para la ocasión. El mantel blanco bordado de la abuela, los cubiertos de plata, la vajilla de porcelana fina. ¡Ah! Y el vino que no falte. Se pone el vestido largo, de noche, negro, que deja sus hombros al descubierto. El collar de perlas realza su cuello. Sus pies bien torneados se apoyan en unos finos tacones. El carmín rojo le da el toque de color.
Coge un papel en blanco del cajón del escritorio. Escribe todo lo que quisiera dejar atrás, lo que desearía conservar, y sus mejores deseos para el año que viene. Es el momento de la cena. La hora se acerca. Relee lo que ha escrito, lentamente. Una copa de vino es su compañía. Sobre la mesa, doce velas para apagar con cada una de las campanadas. El viejo reloj del comedor comienza a sonar. Hoy, quince de enero, se felicita por su año nuevo.

miércoles, 9 de enero de 2013

El televisor



Las historias se repiten una y otra vez. Hace unos años nos cuestionábamos que hacer con papá. María, mi hermana, vivía en la capital, su marido trabajaba en una multinacional, y su hijo estaba estudiando en la mejor universidad del país. Yo me debía a mi trabajo, a mi mujer y mis hijos, que ni locos aceptaban cambiar de lugar de residencia, y menos aún reestrucurar la casa y sacrificar sus hábitos para poder compartir con el abuelo sus últimos años. Él, al final, terminó sus días en una gran ciudad a la que nunca se adaptó. Cerca de mi hermana, pero en la habitación de una residencia en la que sólo era uno más.
Hoy ellos discuten en el salón. Sentado frente al televisor que se han olvidado de encender creo conocer el fin de la historia.      

lunes, 7 de enero de 2013

Muerto en muerte


Sujeta con fuerza el volante. Pisa a fondo el acelerador. La carretera de montaña sirve de guía a un coche que aún no conoce su destino final. Antes de terminar la última curva intentará huir de esta vida que le mata.