Victor brilla. Siempre. Aún cuando
hay días que no tiene un trozo de pan para echarse a la boca. Siempre. Y cuando
su hermana nunca regresó tras ir a por el sueño de mejorar la vida de su
familia. Siempre. También por las noches, tras escuchar a su padre llegar
borracho y las lágrimas de desesperación de su madre. Siempre. Incluso cuando
las llamas arrasaron con lo poco que tenían en aquel barrio de palafitas. Victor
brilla, siempre, porque sabe que si deja de hacerlo su mundo se destruye para
siempre.
Cerraba los ojos y se veía sonriendo, mirándole a la cara y diciéndole cuánto le quería. Cuando los abría y el espejo reflejaba una cara llena de moratones, se daba cuenta que lo que deseaba no tenía nada que ver con la realidad.
Desde pequeño le decían que pensaba demasiado en pajaritos preñados. Éstos cantaban alegremente en su cabeza, y junto a sus aleteos, todas sus tristezas, que no eran pocas, espantaban. Con el pasar de los días, de los años, por obedecer a quienes antes le sermoneaban y ahora tanto le aconsejaban, decidió dejarlos volar. Quedó vacío. Y sólo.
Para bien o para mal me has elegido a mí para compartir el resto de tus días. Lástima que yo no haya hecho lo mismo contigo.
No sé quien saldrá ganando.
Se trataba de lanzarse, sí, de
eso, únicamente lanzarse. Una vez te sumergieras las resistencias
desaparecerían. Pero desde las alturas la perspectiva era otra, daba miedo dar
el salto y no saber qué ibas a encontrar. Era sólo un impulso lo que separaba
el vivir del vacío.
De puertas para adentro nadie
sabe lo que ocurre. No quieren oír, no quieren ver, no quieren saber. Pasan indiferentes.
Yo, tras ellas, grito, observo, me remuevo. Soy igual a ellos. Sólo estoy de
puertas para adentro.
En sus cuerpos ha decidido habitar la muerte. Cada mañana,
con la luz de la esperanza que entrará por sus venas, acuden a librar una
batalla. Batalla que no puede esconder su dureza. No hay más que ver sus movimientos
lentos, pieles pálidas, ojerosas caras y pañuelos cubriendo sus cabezas. Batalla en la que habrá una sola vencedora, la
vida o la muerte.
Sabía que algún día llegaría, nadie escapa. Pero cuando la
nube gris se posó sobre su cabeza y comenzó a vislumbrar su sombra, pasado,
presente y futuro se fundieron en uno. El momento se hizo eterno, sólo
importaba el ahora. Así respiró tranquilo, cualquier día es bueno para
morir.