Desde pequeño le decían que pensaba demasiado en pajaritos preñados. Éstos cantaban alegremente en su cabeza, y junto a sus aleteos, todas sus tristezas, que no eran pocas, espantaban. Con el pasar de los días, de los años, por obedecer a quienes antes le sermoneaban y ahora tanto le aconsejaban, decidió dejarlos volar. Quedó vacío. Y sólo.
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