Tú no sabes cuando sucedió, pero fue el otro día. Cuando la chica que
se sentó a tu lado en el cine te susurró al oído aquel comentario
ridículo sobre el beso de los protagonistas, fue cuando me decidí a permanecer contigo,
sólo por unos días.
Hice bien: A mí, ella sólo me estaba utilizando, a su
antojo, y me pareció que a ti también te podría hacer falta. Además, tenías
cara de cansado, y pasar unos días en casa, tirado en el sofá al calor de tu
manta preferida, podía venirte bien en ese momento. Pero no contaba con tu
tozudez. Tras un día con el cuerpo apaleado, tos de caballo y temperatura que,
desde luego, no era la tuya, no soportaste más estar encerrado entre cuatro
paredes. Ir al trabajo, al día siguiente, bajo el rocío de la mañana, fue otra más
de tus ocurrentes escapatorias.
Recuerdo perfectamente el momento en que me expulsaste.
Estabas en el despacho de tu jefe intentando justificar como podías el motivo
del descenso de las ventas del último mes. No tuviste forma de evitarlo. Un
estornudo incontrolado me lanzó hacia él.
Parecía un tipo tolerante, de los que, pasara lo que
pasara, aceptaban todo lo que les llegaba con naturalidad. Pero no fue así.
Tras unos días juntos, y en cuanto el cansancio, el dolor de cabeza y el moqueo
hicieron su aparición, echó mano del botiquín. No quedó analgésico, antigripal,
mucolítico, etc. que no probara para intentar acabar conmigo. Me sorprendió:
hacía tiempo que no era atacado con
tanta saña, por la química.
Cuando su nieta le fue a visitar y, tan contenta, se
abalanzó sobre él, llegó el momento de intentar salvar mi vida. Era una cría
muy mona y cariñosa. Seguro que con ella lograría recuperarme. Tuve suerte de que su madre tuviera dos dedos más
de frente que los anteriores. Conocía perfectamente cual era mi proceso
habitual y, aunque la niña lo pasó un poco mal varios días, me dejó campar a
mis anchas.
La niña, en cuanto se sintió un poco mejor, no quiso
perder más tiempo, y pese a que su madre se opuso bastante, recuperó las visitas de
cada tarde a aquella viejita que tenía como vecina. A su abuela no la había
conocido, y la señora había asumido el papel con toda naturalidad.
Hacía tiempo que no se veían. Un beso lleno de afecto me
sirvió de vía de escape. En aquel cuerpito ya no tenía nada que hacer y no
quedaba más remedio que seguir mi camino. Un camino incierto, pues como en
todas las paradas anteriores, no sabía lo que me depararía el destino. Yo
llegaba con toda mi energía renovada, pero aquella anciana resulto tenerla
bastante agotada. No me resistió. Para cuando intenté
escapar, y que no quedara ni rastro de mí… ya era demasiado tarde.
Divertido viaje... por cierto... atchíííííssss
ResponderEliminarSalud!!!
EliminarEso por aprovecharse de la viejita...sniff!!
ResponderEliminarUff si, que remordimientos!
Eliminar¡Qué dura es la vida de un virus! Ahora ya no sé si ponerme la vacuna antigripal ...
ResponderEliminarUn recorrido muy simpático, bueno,para la ancianita,no.
Un abrazo
Cambia la cosa cuando lo vemos desde otra perspectiva, no? jeje
EliminarAbrazo
Jamás podría yo escribir tan bien la historia de un virus. Tanto que le tenga cariño.
ResponderEliminarBravo.
Un beso.
Gracias!!
EliminarBesos
¡Qué bueno, Su! ¡Cuánta creatividad! En la vida se me hubiera ocurrido algo semejante. He disfrutado mucho con este viaje vírico.
ResponderEliminarUn abrazo,
Me alegro P.S.N., muchas gracias.
EliminarAbrazo
Me ha recordado el divertido juego de "tu la llevas" de mis tiempos infantiles y claro en algún momento se tenía que acabar, por cierto en aquel tiempo era: me voy que me llama mi madre y a lo lejos se oía Maaaaaaar!!!
ResponderEliminarUn cuento genial.
Besos.
Jaja, gracias Gemelas, por aquí era la pillada.
EliminarBesos
Me recordó a esa canción de "quizá porque siempre he estado yo del lado del pescado nunca había pensado que el pescado pueda estar del otro lado".
ResponderEliminarSi señor, hay que ponerse a veces del otro lado...
EliminarAbrazos
Su, hasta la gripa tiene voz y anecdotario, yo sí decía que en algún momento me hablaban al moquear o estornudar.
ResponderEliminarTienes una especial sensibilidad ;)
EliminarSin duda creativo, que de un asqueroso virus hayas sacado un relato donde le das vida, obra y gracia, ¡ha sido estupendo!, si me ha dado pena de su dura vida y de su posible muerte, repito, muy bueno.
ResponderEliminarSaludos desde Tenerife y te dejo enlace para que cuando gustes me contagies con tu visita.
http://gofioconmiel.blogspot.com.es/
Gracias Gloria. Echaré un vistazo...
EliminarAbrazos
jajaja sólo tú puedes darle tanta vida a un virus jeje. Me gustó mucho
ResponderEliminarsaludillos
Aquí todo puede tener vida propia...
EliminarBesillos