El escritor estaba hasta las narices de que sus mejores textos se parieran en momentos de tristeza, melancolía, dolor, en los días que más grises amanecían. Quería cambiar con eso, que se le recordara por la energía positiva que transmitía en lo que escribiera. El primer paso fue subir a la azotea, con un folio en blanco, los días en que un sol radiante entrara por su ventana. Acabó escribiendo, sí, pero movido por la frustración de no conseguir inspiración y por el dolor de las quemaduras del sol en su espalda. Como segundo intento, decidió quedarse en casa, creando un ambiente de luz y música adecuado, pero sus pensamientos de soledad le invadieron y su texto quedó nuevamente empapado de tristeza. Fue entonces cuando desistió de escribir, se negaba a que sus relatos lo acabaran volviendo gris a él. Cogió su sombrero, el periódico y salió a pasear a la calle sin percatarse de que la gente con la que se cruzaba le sonreía y que eso producía un efecto placentero en él. Algo curioso sucedió en ese momento, su mano derecha parecía que de manera autónoma, se apoderaba del bolígrafo que tenía en el bolsillo de su camisa, con la izquierda, abría el periódico por una página en la que un espacio en blanco le permitía hacer anotaciones. Allí se comenzó a escribir el texto más libre y luminoso de su vida.
miércoles, 18 de agosto de 2010
El escritor
El escritor estaba hasta las narices de que sus mejores textos se parieran en momentos de tristeza, melancolía, dolor, en los días que más grises amanecían. Quería cambiar con eso, que se le recordara por la energía positiva que transmitía en lo que escribiera. El primer paso fue subir a la azotea, con un folio en blanco, los días en que un sol radiante entrara por su ventana. Acabó escribiendo, sí, pero movido por la frustración de no conseguir inspiración y por el dolor de las quemaduras del sol en su espalda. Como segundo intento, decidió quedarse en casa, creando un ambiente de luz y música adecuado, pero sus pensamientos de soledad le invadieron y su texto quedó nuevamente empapado de tristeza. Fue entonces cuando desistió de escribir, se negaba a que sus relatos lo acabaran volviendo gris a él. Cogió su sombrero, el periódico y salió a pasear a la calle sin percatarse de que la gente con la que se cruzaba le sonreía y que eso producía un efecto placentero en él. Algo curioso sucedió en ese momento, su mano derecha parecía que de manera autónoma, se apoderaba del bolígrafo que tenía en el bolsillo de su camisa, con la izquierda, abría el periódico por una página en la que un espacio en blanco le permitía hacer anotaciones. Allí se comenzó a escribir el texto más libre y luminoso de su vida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Saldré con mi mejor sonrisa a ver si inspiro a alguien, o por lo menos contagio a unas cuantas personas!
ResponderEliminarAbracitos
Finalmente me inspiraste, enlazo tu relato al mío y espero que te guste!
ResponderEliminarYo siempre escribo triste o con sueño.
ResponderEliminarQuizá se metió en el cuento y se rodeó de personajes.
ResponderEliminarUn saludo, Su.
Leí en algún sitio que vivir es la mejor inspiración. Sin duda. Me gustó la imagen de la azotea al sol. Saludos
ResponderEliminarMe ha encantado servirte de inspiración Anita. Gracias a tí y a todos-as por las inspiraciones mútuas.
ResponderEliminarQué quieres que te diga, Su... Que no te haya dicho ya sobre... esto.
ResponderEliminarTic, tac...