De pie frente al espejo intentaba descubrir algo que no veía, a sí misma. Acariciaba su pelo con las manos, se tocaba las mejillas, pero aquel espejo no le devolvía lo que ella esperaba. Cuando centra su atención en lo que hay tras de sí, allí se encuentra, sentada en el viejo sofá de la abuela, con los brazos abiertos esperando darle un abrazo, con el rostro reflejando la paz que nunca había encontrado. Había llegado su hora…
Reflejos de vida... muy bonito!
ResponderEliminarAbrazos
El mundo es una interminable autopista
ResponderEliminarde lámparas amarillas.
El amor yace ovillado en un rincón.
La noche se adhiere a mis ojos
como una medusa y los borra.
Deambulo a mis anchas
por un latifundio de sombras
sin precisar que soy,
suelto en la intemperie del desamor,
mío y ajeno,
intermitentemente libre
bajo la burla
de quien le pone aldabas a mi pensamiento
y mastica mi corazón.