Unos estaban acabando de almorzar, otros hacían tiempo para dormir sus minutos de siesta, algunos esperaban a ese momento para hacer un pequeño parón en su trabajo, los había quienes llegaban apurados de la calle para no perdérselo. Todos los vecinos de aquel viejo edificio acudían como hipnotizados ante el silbido extraño de aquella cafetera. Ésa que propiciaba que la anciana que vivía en el primero hiciera un paréntesis a su soledad.
Café para todos fiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
ResponderEliminarHábil la anciana, sí, señor. Y hábil quien supo retratarla.
ResponderEliminarUn abrazo,
PABLO GONZ
Como los perros de Pávlov, ante el silbato de la cafetera. La anciana con la sabiduría que da la edad, hábilmente enreda su soledad.
ResponderEliminarUn saludo, me gusto!
Es que el café es el café (como el que tengo delante leyéndote)
ResponderEliminarmmmmm el aroma del café mueve montañas.....
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