En sus primeros días de trabajo sorprendía por su agilidad y maestría al moverse entre las mesas. Repartía con soltura y siempre con una sonrisa, copas, cañas, platos y todo lo que le pidieran. Ya desde el comienzo se ganó la simpatía de muchos clientes. Yo era uno de ellos, no solía frecuentar mucho aquella terraza, pero un día, ante la duda de sentarme o continuar con mi rumbo, un “Siéntese caballero ¿le podría servir algo?” me arrastró sin excusa a su terreno. Desde entonces, encuentro allí el momento de tranquilidad necesaria para continuar la jornada sin decaer. Me agrada enormemente sentarme allí a media mañana, hojear la prensa y tomarme ese café que ya me está sirviendo cuando me ve aparecer por la esquina.
Últimamente hay algo que aunque no me roba la tranquilidad, sí que me despierta la curiosidad. Ella sigue deslizándose con desparpajo entre las mesas, bandeja en mano y sonrisa acogedora en su rostro, y todos los días, más o menos a la misma hora, sirve en la misma mesa vacía, el mismo vino. La primera vez no presté excesiva atención a quién se había sentado allí, en lo que leía las noticias del día, la copa dejó de estar llena. Cuando comencé a percatarme de que el suceso se repetía todos los días, siempre ocurría algo que desviaba mi atención e impedía descubrir el momento en que la copa se vaciaba.
Hoy me dispuse a descubrir qué era lo que estaba pasando. La lluvia impidió que me sentara donde siempre, frente a la mesa misteriosa, por lo que bastante contrariado tuve que pasar adentro.
El café se me cayó al suelo cuando tras servírmelo, con la misma cara sonriente de siempre, miré al espejo del fondo y vi que mi mesa estaba vacía.
Publicado en La Esfera Cultural
Qué bueno Su!!! Me he metido tan de lleno en la historia que al terminar no sabía si estaba allí o no.
ResponderEliminarAbrazos
vaya historia! magnífica e inesperada! todos tenemos un sexto sentido, verdad? muchas veces nos convertimos en invisibles
ResponderEliminarme ha encantado, enhorabuena
un saludo desde el maestrazgomagico.blogspot.com
RAUL
Me ha encantado.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Me gustó muchísimo.
ResponderEliminarSu, que gran final. Es una historia de miedo y fantasmas... ¡Ay, ay!
ResponderEliminarMe ha encantado con que naturalidad se cuenta e incluso el final inesperado.
Un abrazo.
¡Vaya sorpresa final! He necesitado dos lecturas pero ha sido mejor así he disfrutado más de ese final.
ResponderEliminarBesitos
Ahora entiendo por qué diablos tardan tanto en servirme el café en ocasiones....:) Escalofriantememte divertido.
ResponderEliminarEs que, a pesar de la importancia que nos damos... existimos muy poquito, en realidad.
ResponderEliminarUna caña, por favor.
Solo la última frase provoca un vértigo en el lector. Hasta ese momento habías conseguido una lectura placentera, una pequeña curiosidad y luego, plas, el final. Felicidades.
ResponderEliminarMuchas gracias.
ResponderEliminarConfieso que cuando lo empecé, yo tampoco sabía como iba a finalizar.
Abrazos
Estupendo relato con un final aún mejor.
ResponderEliminarLo dicho. Me encanta tu blog.
Cariños varios.
¡Juas, qué final más bueno! Me ha encantado, es fantástico
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